Especialización en adicciones y psicosomática

El trabajo de preparación de terapeutas en el dispositivo en travesía, tiene por objetivo facilitar el desarrollo de recursos terapéuticos para el abordaje y curación del paciente adicto. Para ello el profesional debe adquirir conocimientos teóricos en psicosomática, psicoanalisis, la térapeutica de la imaginación material y dinámica, psicólogía sistemica,  psicoterapias psicoanaliticas, fisiología de la conducta, neurofisiología, etc. Para el desarrollo de la parte clínico-práctica se debe atravesar un périodo de travesía térapeutica ( psicoterapia) complementando la formación téorica. 

 

La travesía terapéutica

La adicción es signo de dependencia y de esclavitud; pero lo que diferencia a un adicto de un dependiente es que el adicto es esclavo y no sabe que lo es, mientras que el dependiente ya ha tomado conciencia de sus ataduras y lucha por liberarse. Es por ello que en el dispositivo terapéutico es preciso denominar “adictos” a los pacientes que dependen de algún tipo de droga (tabaco, alcohol, sustancia), vínculo (pareja, amistad, hijos, etc.) u objeto (trabajo, hobby, internet, juego, etc.), y por otra parte, distinguirlos de los que denominaremos dependientes, debido a que son adictos en proceso de curación. La dependencia implica “un modo de relación” adictivo-patológico con la sustancia. Esta sustancia involucra cualquier droga, objeto o vínculo con el cual se entabla un modo de relación adictivo-adictógeno.

 

No sólo en las adicciones de carácter químico (con sustancia) se altera la estructura neuro-vincular. También en la dependencia emocional podemos observar una modificación en las conexiones sinápticas del circuito del placer. Este fenómeno se produce ante la presencia de “un vínculo único” que programa de manera artificial la vida psicobiológica del dependiente. Tanto en el adicto cómo en el dependiente emocional se activan sin intervención voluntaria el circuito de placer-displacer en función de la presencia o ausencia del objeto adictivo. La liberación de dopamina en determinadas zonas del cerebro: núcleo accumbens, corteza pre frontal y la amígdala genera recuerdos que son experimentados de manera placentera. El hipocampo participa en la formación de estos recuerdos que se organizan a modo de mapa cuyos circuitos se activan de manera automática y repetitiva. La ausencia prolongada de la sustancia o vínculo adictivo puede producir una inhibición permanente del circuito del placer, anestesiar al sujeto y bloquear su capacidad de sentir a través de otras experiencias placenteras diferentes. Si esta alteración perdura puede incluso tener implicaciones psicosomáticas modificando el sistema inmunológico-vincular del sujeto y llevarle incluso a enfermar.

 

El abordaje terapéutico de una adicción comienza con la difícil tarea de atravesar la barrera neuro-química del consumo de “la sustancia” a partir de la de-construcción de la identidad artificial del consumidor. Para ello debe realizarse una autentica desprogramación biológico-vincular y disolver así “la falsa identidad”, programada y sostenida por la droga. De este modo el dependiente podrá atravesar el paradigma de la dependencia para construir una identidad propia y genuina, pasando por diferentes fases; toma de conciencia de la enfermedad y construcción del vínculo terapéutico, negación e idealización, momento de caída libre, descubrimiento de sentimientos y emociones y construcción y reconstrucción de su identidad a partir de recursos propios y de nuevos hallazgos.

 

El pasaje de la dependencia a la autonomía requiere sortear diversos obstáculos y para ello el paciente cuenta con un espacio individual y otro familiar.

 

En el espacio individual se desarrolla el potencial creativo elaborando contenidos de los sueños y de producciones creativas que el mismo realiza. Para ello en el trabajo individual del proceso en travesía se incluye la terapéutica de la imaginación material y dinámica (T.I.M.D.).

 

El abordaje terapéutico grupal es con la familia y en la familia dado que:

 

1) Durante las sesiones familiares el paciente dependiente está siempre presente.

2) El paciente no es considerado el “problema” sino el emergente de una trama profunda y compleja que le desborda.

 

3) El trabajo terapéutico en la familia posibilita un cambio en la estructura del sistema familiar. Por un lado el paciente modifica el modo de relación dependiente al hacerse responsable de su propia vida. Por otro lado la familia también transforma la modalidad tóxica de ocultar los conflictos considerando al adicto como única causa de los mismos.

 

4) La familia se incluye como parte responsable de la adicción y como recurso terapéutico en la curación.

 

El abordaje familiar ayuda al paciente a salir de una posición inconsciente de esclavitud y sacrificio, posición instaurada en el sistema familiar. El sujeto tiene así una segunda oportunidad para reposicionarse de un modo diferente prescindiendo del vínculo patológico con aquella sustancia, vínculo u objeto adictivo. Una vez superado el modo de relación patológico, constituido desde la temprana infancia y actualizado continuamente en el consumo, la liberación desemboca en un renacimiento.

 

En la patología de las adicciones la dinámica abusador-abusado opera de un modo inconsciente. Generalmente el vínculo es con una madre que, de forma no consciente, ha llenado su vacío de identidad con la figura de su hijo/a, haciendo de éste una prolongación de sí misma. Una de las consecuencias más importantes que provienen de esta forma relacional es que el adicto abusa de la droga, vínculo u objeto del que depende consumiéndose de la misma manera en que fue consumido.

 

El adicto no pudo elegir cuando era niño/a, pues se vio envuelto en una relación en la que la madre tuvo el poder de otorgarle o restarle autonomía.

Si la madre llena su propio vacío de existencia (profesional, de pareja, tiempo libre, hobbies, etc.) con su hijo/a, abusando emocionalmente de él/ella, dificultará el proceso de separación-individuación, necesario para la construcción de la identidad.

 

Podemos equiparar el tipo de relación que el sujeto establece con la droga con el síndrome de Estocolmo, en el que el secuestrado entabla con el secuestrador un vínculo peculiar que incluye simultáneamente amor y odio. El poder del secuestrador conlleva que el secuestrado le necesite para la supervivencia, y esta necesidad le conduce a una relación de sometimiento. El secuestrador se convierte en amo y el secuestrado en esclavo. Este último siente que no existe sin la presencia del amo que paradójicamente le encierra y le da seguridad.

 

En las adicciones el sujeto permanece confinado en el consumo, no crece y no se desarrolla, repitiendo activamente en su autodestrucción el vínculo de abuso. En este funcionamiento patológico-adictivo la violencia circula silenciosamente, actualizando el abuso afectivo de la relación materno-filial. Este abuso se ha instaurado en un momento en que el niño/a aún no se había diferenciado de su madre. Podemos observar cómo en las adicciones, al igual que en las enfermedades autoinmunes (patología psicosomática de autoagresión) el sujeto ataca de manera violenta una parte de sí mismo, al consumir aquello que le destruye.

 

Se establece así una conexión dependiente-codependiente en la que el poder centra los intercambios, constituyéndose la violencia como base patológica del funcionamiento vincular.

 

Algunos tratamientos de desintoxicación son iatrogénicos, en tanto reproducen la violencia y el abuso en el proceso de curación. La iatrogenia −enfermedad producida por el terapeuta por acción u omisión− puede incluso tener un efecto destructivo sobre el paciente.

 

La complejidad de la patología adictiva requiere un dispositivo de abordaje como el de travesía, que trabaje sobre aspectos individuales, familiares, sociales, neurofisiológicos y emocionales.

 

Los efectos más profundos del tratamiento pueden sintetizarse de la siguiente manera:

 

1) En lo que respecta a la psicosomática, el tratamiento se orienta a reforzar las fronteras psico-neuro-inmunológicas para dar paso a una profunda transformación psico-bio-social. Es así como la plasticidad neuronal permite la modificación de aquellos circuitos neuronales que programan y condicionan la vida del adicto. Esto facilita el tránsito de un funcionamiento sináptico-emocional programado a un funcionamiento sináptico-afectivo más profundo y autónomo.

 

2) La terapia en travesía actúa en la construcción y reconstrucción de la identidad, en la ampliación de la vida afectiva e imaginativa.

 

3) El contacto con los sentimientos y emociones, junto al fomento de la creatividad, orientan al paciente en el desarrollo de un proyecto de vida propio y singular.

 

Los orígenes del dispositivo en travesía

El origen del dispositivo en travesía comienza hace más de 15 años en el servicio de toxicomanía del centro de salud Ameghino, en la ciudad de Buenos Aires. En este servicio se lidiaba una dura batalla entre dos frentes: por un lado, estaba el jefe de equipo que trabajaba incorporando lo grupal al trabajo con pacientes toxicómanos; por otro, los psicólogos concurrentes y residentes, en su inmensa mayoría psicoanalistas seguidores de las ideas de Lacan, quienes pretendían trabajar con los pacientes adictos solamente desde un encuadre psicoanalítico clásico. Mi rechazo a seguir un marco rígido para pacientes que requerían otro tipo de abordaje más complejo me llevó a incorporar el funcionamiento de los grupos de pacientes con problemas de adicciones, así como de los grupos de familiares y parejas.

 

Por otro lado participar como profesor en la asignatura Clínica psicológica y psicoterapias psicoanalíticas con el Dr. Héctor Fiorini en la Universidad de Buenos Aires, resultó un importante aporte en la creación del dispositivo en travesía. El profesor Fiorini me invitó a llevar el dispositivo en travesía a su institución, creándose una unidad de pacientes adictos.

 

Mi formación en psicosomática, iniciada en Argentina en la escuela de Sami Ali, prosiguió en España en la Terapéutica de la Imaginación Material Dinámica (T.I.M.D.). En Sevilla continué articulando la difícil tarea de integrar el trabajo familiar en lo individual. De ahí la importancia del trabajo terapéutico no sólo con la familia sino también en la familia como facilitador de un cambio profundo y verdadero en el sistema familiar del paciente. La integración de la psicosomática y la T.I.M.D al dispositivo clínico resultó de gran importancia en esta patología del vacío para posibilitar así la construcción y reconstrucción de la identidad en los pacientes adictos una vez superada la barrera neuroquímica de “la droga”. Para llevar a cabo semejante tarea el sujeto deberá atravesar el paradigma de la dependencia, travesía en la cual el paciente se fortalecerá y construirá una identidad propia y verdadera pasando por diferentes fases; Toma de conciencia de la enfermedad y construcción del vínculo terapéutico, negación e idealización, momento de caída libre, descubrimiento de sentimientos y emociones y finalmente reconstrucción y construcción de su identidad.

 

Contacto

 

ANDRÉS MARTÍN JOISON


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