La hegemonía del objeto único en las adicciones

Cuando hablamos de patología del objeto único, debemos considerar a las adicciones, ya que nos referimos a un único objeto total y absoluto sobre el cual gira la vida del sujeto y que posibilita la supervivencia del sujeto. El sujeto busca aferrarse a sostenes como el alcohol, la cocaína, un trabajo, el sexo de manera compulsiva, una relación de pareja destructiva… no pudiendo elegir. Es por eso que en las adicciones prevalece la satisfacción de las necesidades al cumplimiento y realización de los deseos. En toda adicción subyace una profunda problemática de identidad, operando la sustancia como relleno de ese vacío.

 

Los ritmos que prevalecen en este tipo de patología son exógenos ya que están regulados por el objeto-droga desde el exterior del sujeto. De este modo el sujeto se somete a un amo-objeto-droga al cual responde de manera casi automática. Como consecuencia tanto los actos fallidos como los síntomas propios de la neurosis no emergen con facilidad ya que la represión es reforzada por la sustancia. De modo que lo más preciso es hablar de supresión de los afectos en lugar de represión. La escisión es tan profunda que no emergen recuerdos de sueños elaborados ni afecto. El sujeto está cosificado y lo único importante es satisfacerse a través del amo-droga consumiendo la sustancia y consumiéndose a sí mismo. En la patología del objeto único no hay conflictos aparentes ya que el sujeto evita ponerse en contacto con sus sentimientos y sensaciones. Hay un contrato implícito en el consumo.

 

El pacto inconsciente es que el amo-droga le proporciona enorme dosis de placer y dopamina, haciéndole la vida más fácil al sujeto y a cambio el sujeto se somete absolutamente a su mandato sin rechistar, renunciando a su identidad en consecuencia.

 

El consumidor se relaciona socialmente a partir de dos posiciones que enuncio el Dr. Sami Ali

 

1) La complementariedad imaginaria: El sujeto buscará ser complemento de lo que el otro necesite.

2) La simetría especular: Siendo una copia exacta de lo que el otro es.

 

La travesía terapéutica compromete la creación de un espacio desde el cual el paciente pueda desarrollarse para renacer con una identidad propia y diferenciada.

 


Las fases de curación de las adicciones y las fases del proceso de ser solidarios

Para hablar de solidaridad podemos considerar un paralelismo entre el proceso de curación en las adicciones y en el desarrollo de una actitud solidaria.

 

1) En un comienzo cuando un paciente acude a tratamiento para curar su adicción debe primer tomar conciencia de cómo su enfermedad afecta su funcionamiento neurofisiológico, sus vínculos interpersonales, su proyecto de vida y su salud en general.

Del mismo modo podemos tomar conciencia de que siendo solidarios y empáticos podremos cambiar nuestra vida. En este sentido el ponernos en el lugar del otro pone en marcha receptores cerebrales dopaminérgicos de un modo natural y sano sin la necesidad de sustancias toxicas para sentirnos felices. Por ejemplo el sentirnos bien siendo solidarios mejora la relación con nuestros seres queridos liberándonos de la soledad del individualismo.

 

2) El adicto tan apegado al consumo pasará por un momento de negación de su problema e idealización del modo de vida artificial sostenido por la droga. “Esa sustancia capaz de brindarle un placer fácil e inmediato”…

 

También nosotros en el vertigo del ritmo de la vida cotidiana podemos pensar – ¿para que vamos a ser solidarios?, si en realidad yo también sufro… que el otro se arregle sólo….- De esta manera sin darnos cuenta negamos la existencia de otro, idealizando un modo de vida fácil y conformista…

 

3) El paciente dependiente no puede sostener ese modo de vida artificial sin el consumo de la sustancia-droga cayendo así al vacío. Se resquebraja la armadura –coraza y esto es vivido como la caída de una bomba que irrumpe en su mundo artificial. Esta caída es una caída hacía la libertad que le ayuda a tocar fondo al paciente para así avanzar en su travesía de curación.

Muchas veces necesitamos sentir que nuestro mundo se derrumba para darnos cuenta que necesitamos de la ayuda de otras personas para salir adelante. La omnipotencia es la otra cara de la moneda de la impotencia y la caída al vacío es necesaria muchas veces para descubrir la cura en la humildad. Así en la medida que sentimos la necesidad de la ayuda de los otros tenemos paradójicamente la oportunidad de ayudar a los demás.

 

4) Afortunadamente el paciente dependiente descubre que puede continuar viviendo a pesar de prescindir de la droga (esa fuente de placer inagotable). El descubrimiento de sentimientos y emociones que permanecían anestesiadas le dan fuerza y confianza al paciente para continuar el proceso de curación.

 

Cuando somos solidarios descubrimos también sentimientos y emociones que nos acercan a nuestro ser verdadero: La tristeza, la añoranza e incluso la alegría nos hace más humanos y nos aleja de ser objetos consumidores y objetos de consumo.

 

5) Finalmente el paciente no está más programado por la sustancia-droga. Pero para no recaer nuevamente en la adicción es necesario que construya y reconstruya una identidad verdadera. El atravesar la dependencia le proporciona al sujeto autonomía y fortaleza. Así el paciente al no depender más de un amo-droga puede elegir de qué modo quiere vivir, sin muletas.

Ser solidarios nos ayuda a construirnos y reconstruirnos como personas al hallar en nuestro interior aspectos desconocidos de nuestra identidad. De esta manera podemos pensar que siendo solidarios tenemos una oportunidad de ser más felices y más libres.

 


¿El adicto nace o se hace?

Jean Piaget, conocido epistemólogo, biólogo y psicólogo, estaba avocado a la difícil tarea de realizar una teoría sobre el conocimiento, cuando la pregunta generalizada era

 

¿Qué es el conocimiento?...

 

Esta pregunta le situaba a Piaget en una encerrona lingüística la que le resultaba casi imposible desarticular. No tuvo mejor idea que cambiar la pregunta por la siguiente.

 

¿Cómo se pasa de un estado de menor conocimiento a un estado de mayor conocimiento?...

 

Esto le permitió desarrollar la conocida teoría de los estadios que el niño atraviesa en su transito del pensamiento infantil al razonamiento adulto.

 

A su vez descubre tres factores que inciden en la construcción del conocimiento.

 

1) La maduración del sistema nervioso

2) El aprendizaje en función de su mundo físico

3) Las trasmisiones sociales

 

Es entonces la inteligencia la que integra las estructuras del conocimiento formadas a partir de esquemas de conocimiento que se van haciendo cada vez más complejos para finalmente entre los 4 y 7 años consolidar la función simbólica y la reversibilidad en cuanto a la presencia del objeto.

 

En las adicciones podemos observar la inexistencia de una identidad propia y desarrollada y la necesidad de la presencia del objeto-droga que proporciona de un modo artificial, una estabilidad al adicto. A su vez se observan habitualmente dificultades en la simbolización y por supuesto una alteración en el funcionamiento sináptico-cerebral. Por ejemplo en el caso del consumo de cocaína el incremento de los receptores dopaminérgicos en el núcleo accumbens.

 

Si bien podemos pensar que puede haber una tendencia genética además de otros factores ambientales, difícilmente podemos aseverar que el consumidor haya nacido con mayor cantidad de dopamina en su núcleo accumbens. Y si así fuera la apuesta terapéutica será lograr no solo que el paciente abandone los hábitos de consumo, sino que también que consolide un verdadero cambio psicobiológico en la totalidad de su funcionamiento.

 

Para comprender en profundidad al adicto primero debemos rastrear etimológicamente su palabra. Adicto proviene del latín addictus que significa esclavo. Lo que diferencia a un adicto de un dependiente es que el adicto es esclavo y no sabe que lo es, mientras que el dependiente ya ha tomado conciencia de sus ataduras y lucha por liberarse. De este modo, en el dispositivo emplearemos el término ‘adicto’ para referirnos a aquellas personas que dependen de algún tipo de sustancia (tabaco, alcohol, droga), vínculo (pareja, amistad, hijos, etc.) u objeto (trabajo, hobby, internet, juego etc.), y los distinguiremos de los pacientes dependientes, entendidos como adictos en proceso de curación. Entonces para comprender esta esclavitud del adicto, será necesario considerar no sólo la herencia genética, sino también las influencias del sistema educativo, la sociedad de consumo, así como también los vínculos familiares patológicos que subyacen a la enfermedad.

 

Antes de conjeturar si se trata de un problema heredado o ambiental el primer paso será conocer un poco más, sobre la problemática del adicto.

 

El adicto en tanto esclavo no se pregunta sobre sí mismo, ya que está envuelto en un vacío de identidad. Lo que podemos encontrar en lugar de la identidad es un encapsulamiento neuroquímico del cual el consumidor no es consciente y que remplaza la existencia de una identidad solida y verdadera.

 

El vacío es un espacio en el que no hay sujeto, con lo cual el sujeto está cosificado, pues al haber puro objeto difícilmente se puede llevar a cabo una defensa de su territorio. Así, su interior queda como un espacio fácilmente invadido por otros. Por ejemplo La televisión, internet y la publicidad penetran fácilmente en el individuo, generándole necesidades que se instauran como falsas prioridades dificultando su reencuentro con si mismo.

 

En las adicciones la persona está anestesiada, por lo que no piensa y no cuestiona nada de sí mismo. La sociedad es cómplice de ese silencio con un individualismo extremo que promueve el aislamiento del sujeto, en lugar de fomentar el intercambio y la comunicación.

 

Los sistemas de redes sociales y de contactos virtuales por internet también refuerzan el individualismo y la desafectivización.

 

En este sentido, el abuso de las nuevas tecnologías, como de las redes sociales, genera un efecto hipnótico que anestesia y anula la existencia de una identidad propia.

 

Las personas adictas permanecen habitualmente atadas en una red social en la que no existe contacto directo; el afecto queda reducido a su mínima expresión y, así, el sujeto se ve protegido tras una pantalla pero también limitado en el desenvolvimiento de su ser. Por supuesto, lo que se plantea no es que el uso de internet sea nocivo, sino la patología de una sociedad donde predominan los sujetos sin identidad, que hacen más plausible y tentador el uso adictivo de las nuevas tecnologías. Éstas promueven el control social y la reproducción de las sociedades de consumo, factores que, sumados al desarrollo de seres vacíos, preparan un caldo de cultivo perfecto para el progreso de una esclavitud más moderna, pero esclavitud al fin.

 

La sociedad de consumo dificulta entonces la recuperación del dependiente, si éste, una vez recuperado, no ha forjado una identidad sólida y verdadera. En consecuencia estará nuevamente expuesto a los avatares e imperativos de la sociedad de consumo, donde consumir es casi una exigencia para pertenecer a un grupo.

 

De ahí importancia del dispositivo en travesía para rescatar a un sujeto que se ha dado por náufrago y perdido en el sistema familiar, del que ha sido excluido a través de un “divorcio”. El dispositivo promoverá el intercambio simbólico necesario para que su identidad resurja paulatinamente en su interior, en el sistema familiar y en el mundo, y pueda por sí mismo el dependiente llevar a cabo intercambios diferentes de los que le ha proporcionado el consumo de la sustancia.

 

El tratamiento provee al paciente las herramientas necesarias para que una vez haya dejado la droga no necesite lanzarse nuevamente al vacío.

En la actualidad, numerosos tratamientos parecen reproducir aspectos nocivos de la sociedad de consumo, desarrollándose de un modo atomista: aunque trabajan con la familia, la pareja y el individuo, lo hacen por separado, por lo que los grupos constituyen en realidad grupos-objetos. No hay una integración profunda de lo individual en lo familiar durante el proceso terapéutico, por lo que el dependiente continua excluido del sistema familiar con el rotulo de enfermo.

 

El dispositivo en travesía ayudará a liberar al sujeto del encierro y la esclavitud de la adicción. Este trabajo se realiza por fases., El tiempo es fundamental en el abordaje, ya que, para liberar al paciente dependiente, éste deberá superar el período de abstinencia, en el que los receptores dopaminérgicos requerirán más cantidad de sustancia para obtener mayor placer y evitar, de un modo patológico, las situaciones de estrés. El sujeto buscará de manera no consciente fuentes de estímulo en situaciones cotidianas que le generen el mismo efecto neuro emocional que le proporcionaba el consumo de la droga.

 

Como eso no será posible, la reacción del organismo será liberar las dos hormonas de respuesta al estrés: la adrenalina y noradrenalina, y los glucocorticoides. Esta tensión deberá ser aplacada de algún modo. Por ello, el dispositivo en travesía se establece como un continente en el que el sujeto pueda permanecer, fortalecerse y tomar conciencia del funcionamiento dependiente.

 

El continente protegerá al sujeto del vacío existencial en el que está inmerso.

La instauración de los automatismos cerebrales demanda consumo y placer inmediato. Esto no es fácil de modificar, ya que, si bien se habla del periodo de abstinencia como una etapa breve que hay que superar, también existen aquellos automatismos que se han establecido por el consumo, incorporados ya en el sujeto como manera de obtener placer fácil, rápido y seguro.

 

En este dispositivo, el hecho de acotar esas fuentes de estímulos hará que el dependiente pueda prescindir de todo aquello que, junto con la droga, impedía el contacto con sus afectos y con su creatividad. La ausencia de estos objetos le conectará con su propio vacío en un principio, pero a continuación le conducirá al encuentro de alternativas menos programadas y más humanizadas que le harán sentirse mejor consigo mismo.

 

No es necesario indicar al paciente qué hacer, solamente debemos trabajar en la construcción de un ambiente que facilite que se efectúen aquellos cortocircuitos neuro-vinculares posibilitante de la construcción de su propia identidad auténtica y verdadera. Estos cortocircuitos ampliarán el contacto del sujeto con sus afectos y su creatividad, lo cual posibilitará que se relacione con el mundo de una manera diferente, menos adictiva y más libre.

 

Entonces, ante la pregunta inicial de si el adicto nace o se hace podríamos dedicar horas a intentar resolver esa encrucijada, perdiendo así lo oportunidad de conocer aquellas variables que han conducido al sujeto a sobrevivir de un modo autodestructivo. Retomando la pregunta inicial de Piaget sobre el conocimiento, quizás deberíamos realizarnos otra pregunta. ¿Cómo es que el sujeto adicto pasa de un estado de mayor esclavitud a un estado de menor esclavitud?

 

La propuesta terapéutica estará orientada a una construcción de soportes, estables y consistentes. Esto forjará un interior fuerte, con fronteras vinculares bien delimitadas que le indiquen al dependientes quien es él. El sujeto podrá entonces sentir la seguridad y estabilidad necesaria para no volver a recaer nunca más.

 

El abordaje en travesía contará con los siguientes recursos:

1) La construcción vínculo terapéutico

2) La intervención de la empatía del terapeuta con el paciente y su familia.

3) Un contrato terapéutico que otorga organización, cuerpo y estructura al tratamiento.

4) El trabajo con la familia y en la familia.

5) El trabajo con la T.I.M.D (Terapéutica de la imaginación material y dinámica) del paciente para la prevención de trampas y para la reconstrucción y construcción de su identidad.

6) El trabajo de decodificación de los sueños con el mismo sentido que el trabajo terapéutico con la T.I.M.D.

7) La lectura y el resumen de libros recomendados por el terapeuta.

 

Estos recursos constituirán en su conjunto la posibilidad de acompañar al dependiente en su liberación, empleando todas las herramientas del dispositivo para la detección precoz de las trampas que de manera voluntaria o involuntaria anteponen los pacientes y su familia, dificultando así la curación. Las resistencias no serán solo del paciente sino también de su familia. La transformación de la posición de dependiente a una posición más autónoma no será tarea fácil.

 

La estructura del dependiente siempre conlleva la existencia de un codependiente. Ambos tendrán una dependencia necesitando la continuidad del funcionamiento patológico-familiar.

 

La curación no irá solo encaminada a que el sujeto abandone la droga debiéndose incluir un abordaje familiar en el tratamiento. La posición del terapeuta no será de supuesto saber, sino más bien de guía y acompañante en un camino difícil pero apasionante que llevara a la liberación de la esclavitud.

El paciente se torna al final de la travesía un sujeto crítico con una identidad propia e individuada.